Con los gobiernos aumentando su presupuesto destinado a combatir el cambio climático, el debate sobre la política más eficiente sigue abierto. Regulaciones, subsidios, impuestos al carbono y sistemas de cap-and-trade han demostrado diferentes niveles de éxito en la lucha contra el calentamiento global. Mientras que las regulaciones son efectivas, a menudo carecen de flexibilidad. En cambio, las soluciones basadas en el mercado, como los impuestos al carbono, ofrecen una alternativa más eficiente, aunque políticamente difícil de implementar.

Regulaciones vs incentivos: los enfoques de las políticas climáticas

Las políticas climáticas pueden dividirse en enfoques que imponen sanciones («stick») y aquellos que promueven incentivos («carrot»). Las regulaciones, como la Ley de Aire Limpio de 1970 en Estados Unidos, han sido fundamentales para limitar las emisiones industriales. Este enfoque de «comando y control» obliga a las empresas a seguir estándares uniformes, como la instalación de filtros en las plantas de carbón. Aunque efectivas en la reducción de emisiones, las regulaciones a menudo carecen de flexibilidad, lo que incrementa los costos, especialmente cuando se aplican a industrias con diferentes niveles de eficiencia.

En contraste, los subsidios han sido ampliamente utilizados para incentivar el uso de tecnologías limpias. China, por ejemplo, ha logrado avances significativos en energías renovables gracias a su política de subsidios, lo que ha reducido los costos de tecnologías como la energía solar y las baterías. Sin embargo, estos incentivos pueden generar consecuencias no deseadas, como el aumento del consumo energético debido a precios artificialmente bajos. Además, los subsidios suelen beneficiar a los sectores más ricos de la población, como lo demuestra un estudio que encontró que el 60% de los créditos fiscales por energía limpia en EE. UU. fueron recibidos por el 20% más rico de la población.

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Impuestos al carbono: la opción preferida por los economistas

Los impuestos al carbono son considerados por muchos economistas como una alternativa más eficiente a las regulaciones. Un impuesto explícito al carbono eleva el precio de la contaminación y permite que las empresas decidan cómo reducir sus emisiones. Si una planta de carbón enfrenta un impuesto al carbono, puede optar por pagar el impuesto, cambiar a combustibles más limpios o invertir en tecnologías de reducción de emisiones. En teoría, esto permite que el mercado encuentre las soluciones más rentables.

El sistema de comercio de emisiones (cap-and-trade) es otra forma de fijar un precio al carbono. En este esquema, el gobierno establece un límite de emisiones y distribuye derechos de emisión que las empresas pueden comprar o vender. Aquellas que puedan reducir sus emisiones a un costo menor venden sus excedentes, mientras que otras compran permisos para seguir contaminando. Este sistema ha sido implementado con éxito en la Unión Europea, donde el mercado de emisiones cubre casi el 40% de las emisiones del bloque. Aunque los precios iniciales del carbono eran bajos, han aumentado con el tiempo, incentivando a más empresas a reducir sus emisiones.

Los desafíos políticos de fijar el precio del carbono

A pesar de su eficiencia económica, los impuestos al carbono y los sistemas cap-and-trade enfrentan importantes desafíos políticos. Las industrias con altas emisiones, como la del petróleo y el acero, tienen un fuerte poder de lobby y suelen oponerse a estas políticas. Además, los efectos de la fijación de precios al carbono no son inmediatos, lo que dificulta la justificación política a corto plazo. Las subidas de precios que se perciben inmediatamente pueden generar rechazo social, como ocurrió con los «chalecos amarillos» en Francia, quienes protestaron por el aumento de impuestos al combustible.

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Por otro lado, los subsidios son más fáciles de implementar políticamente, ya que permiten combatir el cambio climático sin alienar a las industrias contaminantes ni a los consumidores. Sin embargo, son costosos para los gobiernos, lo que exige fuentes adicionales de ingresos, como el aumento de impuestos. Además, su efectividad en incentivar el cambio puede ser limitada, ya que muchas personas que reciben subsidios habrían adoptado tecnologías limpias de todas formas.

¿Es posible una política climática perfecta?

Si bien los enfoques basados en el mercado, como los impuestos al carbono y los sistemas cap-and-trade, ofrecen una solución más eficiente para reducir las emisiones, su implementación está llena de desafíos políticos. Las regulaciones tradicionales y los subsidios siguen siendo herramientas valiosas, especialmente en sectores donde los precios del carbono son difíciles de aplicar o donde los cambios tecnológicos aún están en sus primeras etapas. En última instancia, la combinación de políticas —regulaciones, incentivos financieros y mecanismos de fijación de precios— es necesaria para abordar de manera efectiva el cambio climático a nivel global.

El debate sobre cuál es la política climática perfecta continuará, pero una cosa es clara: se requiere una acción urgente y coordinada para reducir las emisiones de carbono y mitigar los efectos del cambio climático. A medida que más países adopten enfoques basados en el mercado y ajusten sus estrategias, el camino hacia un futuro sostenible podría depender de encontrar un equilibrio entre eficiencia económica y viabilidad política.

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Únete a Naomi Ellis mientras se adentra en las vidas extraordinarias que dieron forma a la historia. Su calidez y perspicacia convierten biografías complejas en historias identificables que inspiran y educan.

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