La capa de ozono, situada en la estratosfera, es vital para proteger la vida en la Tierra al bloquear la radiación ultravioleta más dañina del sol. Su adelgazamiento, detectado en los años 80 y causado por los clorofluorocarbonos (CFC), generó preocupación mundial. Sin embargo, gracias al Protocolo de Montreal de 1987, los niveles de ozono han comenzado a recuperarse. A pesar de estos avances, el cambio climático podría afectar esta delicada capa, por lo que es necesario seguir vigilando su evolución y reducir la emisión de gases contaminantes.

El papel crucial de la capa de ozono en la protección de la vida

La capa de ozono es una franja de la atmósfera que se encuentra entre los 15 y 50 kilómetros de altitud, en la estratosfera, donde las moléculas de ozono actúan como un escudo protector contra la radiación ultravioleta (UV) proveniente del sol. Sin esta capa, la radiación UV de tipo C, la más dañina, llegaría directamente a la superficie terrestre, poniendo en riesgo la vida en la Tierra. La radiación UV tiene la capacidad de alterar el ADN y dañar las células, lo que podría generar efectos devastadores en plantas, animales y seres humanos. “Sin la capa de ozono, no habría ninguna forma de vida, al menos como la conocemos”, explica el físico del aire José Miguel Viñas.

El ozono, compuesto por tres átomos de oxígeno (O3), se forma en la estratosfera cuando la radiación solar ultravioleta rompe las moléculas de oxígeno (O2), que luego se recombinan formando ozono. Este proceso absorbe la energía de la radiación, evitando que la radiación más peligrosa llegue a la superficie de la Tierra. Gracias a este mecanismo, la capa de ozono permite que solo la radiación UV de tipo A, menos dañina, atraviese la atmósfera, protegiendo así a las especies vivas del planeta de efectos nocivos, como el cáncer de piel y la destrucción de ecosistemas.

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El agujero de la capa de ozono: una alerta global

Durante la década de 1980, los científicos descubrieron que la capa de ozono se estaba adelgazando rápidamente, especialmente sobre la Antártida, fenómeno que se denominó el «agujero de ozono». A pesar de que no se trataba de un agujero literal, esta pérdida de ozono en la atmósfera representaba una amenaza significativa. La causa principal de este fenómeno fueron los clorofluorocarbonos (CFC), compuestos químicos utilizados en refrigerantes, aerosoles y otros productos industriales. Estos compuestos liberaban cloro en la estratosfera, desencadenando reacciones químicas que destruían el ozono de manera masiva.

Este deterioro alarmante condujo a la firma del Protocolo de Montreal en 1987, un acuerdo internacional para eliminar gradualmente los CFC y otras sustancias que agotaban la capa de ozono. Desde entonces, se ha logrado una notable recuperación de los niveles de ozono, aunque el proceso es lento. Según un informe de la ONU, la capa de ozono se recuperará completamente en la Antártida para 2066, mientras que en otras regiones, como el Ártico, el proceso finalizará en 2045.

El papel del Protocolo de Montreal en la recuperación del ozono

El Protocolo de Montreal, firmado en 1987 por casi todos los países del mundo, marcó un hito en la lucha contra la destrucción de la capa de ozono. Este acuerdo internacional fue pionero al establecer la prohibición gradual de los clorofluorocarbonos (CFC) y otras sustancias que dañaban el ozono. Desde su implementación, los niveles de ozono han mostrado una tendencia de recuperación constante, lo que refleja el éxito de la cooperación global en la protección del medioambiente. Los CFC, que fueron ampliamente utilizados en refrigerantes, espumas aislantes y aerosoles, tardan décadas en descomponerse en la atmósfera, por lo que su impacto aún persiste, pero la eliminación gradual de estos productos químicos ha permitido que la capa de ozono comience a restaurarse.

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Este tratado no solo fue clave para detener el deterioro del ozono, sino que también sirvió como modelo de cooperación internacional frente a otros desafíos ambientales, como el cambio climático. Aunque aún queda mucho por hacer para revertir completamente el daño causado, la recuperación de la capa de ozono es uno de los pocos ejemplos donde una acción global coordinada ha tenido éxito en mitigar una crisis ambiental. De hecho, la ONU estima que si el Protocolo de Montreal no se hubiera adoptado, los niveles de radiación ultravioleta que alcanzan la Tierra habrían aumentado drásticamente, con consecuencias devastadoras para la vida.

Los nuevos desafíos: el cambio climático y la dinámica del ozono

A pesar de los avances, la recuperación de la capa de ozono enfrenta nuevos desafíos derivados del cambio climático. José Miguel Viñas, físico del aire y consultor de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), advierte que el calentamiento global podría alterar la dinámica atmosférica en las regiones polares, lo que podría facilitar la llegada de compuestos clorados naturales a la estratosfera, donde podrían contribuir a la destrucción del ozono. Aunque el agotamiento de la capa de ozono y el cambio climático son fenómenos distintos, ambos interactúan en la atmósfera de maneras complejas.

El aumento de las temperaturas también puede influir en la formación de los vórtices polares, como el que se genera cada invierno sobre la Antártida, lo que a su vez podría afectar la recuperación del ozono. Por ello, es esencial mantener y fortalecer las políticas globales de protección ambiental y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Además, el desarrollo de tecnologías más limpias y la transición hacia una economía baja en carbono son pasos necesarios para mitigar los efectos del cambio climático y proteger el ozono.

La recuperación de la capa de ozono es una historia de éxito, pero también un recordatorio de que la vigilancia y la acción constante son necesarias para mantener los avances alcanzados. La protección de la atmósfera sigue siendo crucial para preservar la vida en la Tierra y combatir las amenazas ambientales a largo plazo.

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Únete a Naomi Ellis mientras se adentra en las vidas extraordinarias que dieron forma a la historia. Su calidez y perspicacia convierten biografías complejas en historias identificables que inspiran y educan.

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