Desde el auge de los vehículos eléctricos, uno de los principales desafíos ha sido lograr una autonomía suficiente para que su uso sea tan práctico como el de los vehículos convencionales. En este contexto, diversas tecnologías han intentado ofrecer soluciones, aunque no todas han conseguido la respuesta esperada. Entre las más prometedoras de los últimos años destacan las baterías de flujo, un tipo de tecnología que está revolucionando la forma en la que se almacena y usa la energía en los coches eléctricos.
Una de las principales características de las baterías de flujo es su capacidad para ofrecer autonomías sin precedentes y tiempos de recarga más rápidos que las actuales baterías de iones de litio, que por ahora solo ofrecen en torno a 500 km de autonomía… Esto hace casi imposible viajes de largo trayecto, incluso sin salir del país, pero con las autonomías más altas, los eléctricos romperían la actual barrera que tienen, ya que nadie sale de viaje para tener que esperar un buen tiempo esperando a que se termine de cargar.
¿Qué es una batería de flujo?
Las baterías de flujo son sistemas recargables que emplean uno o dos líquidos electrolíticos separados por una membrana. Uno de los líquidos tiene carga positiva y el otro, carga negativa. Cuando estos líquidos fluyen por ambos lados de la membrana, se genera una reacción redox que produce electricidad. Este sistema recuerda en parte a las pilas de combustible, aunque con importantes diferencias.
Una de las principales ventajas de este sistema es que, al funcionar con líquidos, los depósitos son recargables de manera similar a cómo se reposta un vehículo convencional. Esto podría suponer una ventaja tremenda frente a los coches eléctricos actuales, ya que el proceso de recarga no dependería de enchufar el coche a una estación durante horas, sino simplemente de rellenar los