Ver un Porsche 917 en persona siempre es algo especial. Pero los inconfundibles colores de Gulf hacen que las formas de esta máquina resalten de una manera única. Así fue como, estando la semana pasada en Paul Ricard, me encontré cara a cara con una de las combinaciones de máquina y decoración más icónicas de la historia del automovilismo. Es imposible no emocionarse y sentir respeto al estar cara a cara con uno de los 917 originales que han sobrevivido a sus más de 50 años de existencia. En el interior del habitáculo una placa con el registro del chasis mostraba el mágico número «008». No es un coche más, es posiblemente el culpable de que en la actualidad se recuerde al Porsche 917 como uno de los más grandes de la historia.
Fue uno de los 25 coches que esperaban aquella fría mañana del 20 de abril de 1969 en la puerta de la fábrica de Stuttgart para conseguir la homologación y poder participar en las 24 horas de Le Mans de ese mismo año. Los comienzos no fueron para nada fáciles y la creación de Hans Mezger necesitaba ser pulida. El motor de 4.5 litros de cubicaje empujaba sobradamente los 943 kilos que marcaba en la balanza pero a altas velocidades se volvía un coche muy inestable, provocando que los pilotos oficiales de la marca prefirieran seguir con el viejo 908 en algunas carreras como los 1000 kilómetros de Spa-Francorchamps después de haber probado el 917 en las mismas condiciones.
El debut en competición del chasis 008
Tras conseguir los mejores tiempos en los test previos a las 24 horas de Le Mans, Porsche decidió apostar por su nueva máquina y llevó tres coches oficiales más uno cliente, aunque solo dos de ellos llegaron a salir a carrera. Ambos 917 oficiales