La familia Mégane sustituyó, en su día, al Renault 19. Su gran novedad fue ofrecer una amplia gama de hasta 6 carrocerías diferentes, cada una con su personalidad propia, pero con un alma común (ver todas las generaciones).
Basado en la plataforma del R19, el Renault Mégane de primera generación heredaría íntegramente su bloque delantero, además de los motores diésel del segmento F y los motores de gasolina del segmento E. Por si fuera poco, «Mégane y Scénic tienen el mismo salpicadero. Solo se ha sobreelevado e inclinado unos quince grados en el monovolumen». Como en un truco de magia, nadie vio nada. Este truco que consiste en aprovechar cosas que ya existen se repetiría en el coupé, en el que se recortó el piso lo justo y necesario sin tocar los bloques delantero y trasero.
En cuanto al diseño, cada carrocería tenía su propio diseñador. Ahora bien, para que los seis modelos tuvieran un aire de familia, se optó por la temática gráfica de la elipse que aportaría una unidad contundente al flanco de los seis modelos, cada uno de ellos con proporciones muy diferentes.
Un éxito comercial
En el momento de su lanzamiento en 1995, las versiones berlina y coupé fueron, sin embargo, criticadas en un artículo de la revista Auto Plus. «Ponía en duda la estabilidad de la berlina en situación de frenado-curva», recuerda Michel Faivre-Duboz. En respuesta a esta minicrisis mediática, se generalizó el tren trasero de cuatro barras. Hasta entonces, estaba reservado a las motorizaciones más potentes de la gama. Y si el coupé tiró de toda la gama hacia arriba, el verdadero catalizador de las ventas de la familia llegaría en 1996 con el monovolumen. Gustó tanto que la cadencia de producción de 600 al día se cuadruplicó hasta llegar a las 2200 unidades. Noticias anteriores Marca: RenaultPrueba