Se puede decir que Toyota es una marca pionera en el desarrollo de hidrógeno. Ya en 1992, cuando este elemento no copaba titulares a diario, la firma nipona buscaba la forma de implementar la pila de combustible en la industria automotriz, y lo consiguió. En 2014 lanzó el primer coche eléctrico de hidrógeno fabricado en serie: el Toyota Mirai.
Poco más de seis años después, y con un merecido lavado de cara, la marca ha presentado la segunda generación del Mirai: la berlina ahora tiene un tanque más de hidrógeno, 650 km de autonomía y anuncia menor consumo. Lo hemos probado en una primera toma de contacto y estas son nuestras impresiones.
¿Qué pasa con el hidrógeno?
Si por algo este combustible se ha ‘hecho famoso’ en los últimos años -pese a que su uso no es nada nuevo- es por la necesidad de implementarlo. Y es que la pandemia provocada por el coronavirus ha puesto en evidencia un modelo energético abocado a desaparecer.
Un modelo dependiente e insostenible, apuntalado por gigantes petroleros que temen el peak oil como Caperucita al lobo feroz. Estos gigantes ya están intentando poner remedio a la situación de volatilidad del mercado del crudo, acrecentada por los confinamientos y el parón de la movilidad, con el hidrógeno.
Toyota cree que en cinco o 10 años los coches eléctricos de pila de combustible serán más baratos que los eléctricos puros.
Ven en el hidrógeno verde, el que procede de energías renovables -y las ayudas que están destinadas a promoverlo-, como un bote salvavidas hacia la renovación, y los planes ya están