Desde hace unos pocos años, los faros LED han invadido completamente el mercado del automóvil, desplazando a los faros de xenón al completo, y relegando a los faros halógenos «de toda la vida» a las versiones más básicas de coches baratos. Los faros LED son, en apariencia, todo ventajas: pueden alumbrar fantásticamente, no hay que cambiar bombillas y la modularidad de sus diodos permite democratizar tecnologías como los faros adaptativos. Sin embargo, los faros LED tienen un lado oscuro, un lado oscuro del que los fabricantes de coches no sueltan prenda.
Los LED también se desgastan
La organización alemana ADAC – equivalente a un RACE o RACC en España – ha llevado a cabo un extenso estudio acerca de los faros LED. La principal conclusión es que no es oro todo lo que reluce. Los faros LED tienen dos debilidades: su vida útil no es infinita, y en caso de avería o accidente su reemplazo puede ser extremadamente costoso. Los fabricantes de coches afirman que la durabilidad de sus faros LED es «de por vida», pero hay que aclarar qué quiere decir ese «de por vida». La realidad, desafortunadamente, es que nada es «para siempre».
Los faros halógenos o de xenón también sufren de desgaste con el tiempo, pero su reemplazo es mucho más sencillo y barato.
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Según ADAC, la vida útil para la que están diseñados estos faros es de 15 años. Es decir, una vida útil casi idéntica a la edad media de los coches que circulan por España, sin ir más lejos. La durabilidad de los coches modernos es muy superior a la de antaño, y en nuestra opinión, que una pieza tan importante