De Porsche a Bentley pasando por Lamborghini, y pronto Ferrari, casi ninguna marca de prestigio se libra de los SUV. Uno de los últimos en llegar al mercado ha sido el Aston Martin DBX. Y la histórica marca inglesa no ha escogido el camino más fácil para hacerlo. Con un factoria nueva para el DBX y un chasis de creación propia que no comparte con nadie, el coche no ha sido barato de desarrollar, tanto que fue una operación arriesgada.
Y es que Aston no es especialmente conocido por sus abultados presupuestos. Al contrario, se le conoce más bien por pasar la mitad de su existencia en la cuerda floja, al borde de la bancarrota. Y el desarrollo de este DBX le dio un buen mordisco a los maltrechos presupuestos de Aston Martin.
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Pero, spoiler alert, es una buena cosa que hayan escogido ese camino. Teniendo a AMG como socios en la marca, en Aston Martin podían haber optado por una plataforma del grupo Daimler, como la de los Mercedes GLE, pero Andy Palmer, el entonces CEO de la marca se negó.
La razón es muy sencilla, construyendo su propia plataforma se aseguraron una libertad de diseño, de soluciones técnicas y de puesta a punto que de otra manera habría sido imposible alcanzar. De hecho, con tanta atención al detalle y un chasis tan bien