La Clase C siempre ha sido un modelo muy importante para Mercedes-Benz. De hecho, ha sido la serie de la marca alemana con mayor volumen de ventas durante el decenio pasado. Desde la introducción de la anterior generación en 2014, se han vendido más de 2,5 millones de unidades de la berlina y el Estate. En total, desde el año 1982, se han adquirido más de 10,5 millones de unidades.
Esta nueva generación, la quinta, mantiene la tendencia de los últimos modelos de la marca, con un diseño que aporta una clara orientación deportiva, pero sin perder la elegancia que siempre ha sido seña identidad en la firma de Stuttgart.
Acabado AMG Line para ganar en deportividad
Hemos tenido la oportunidad de probar la versión diésel 220d asociada al acabado AMG Line, que aporta un acabado más deportivo.
Exteriormente, los paragolpes específicos, la parrilla frontal con una estructura de malla formada por pequeñas estrellas, las llantas de aleación multiradio de 19 pulgadas y la suspensión rebajada, aportan mucho para que esta Clase C gane en atractivo. Si optas por el azul espectral metalizado que lucía nuestra unidad de pruebas, tendrás una berlina con un aspecto aún más racing. Lo único que no nos ha gustado tanto, son las entradas/salidas de aire y escapes simulados. En este último caso, creemos que es una solución para reducir costes, algo poco justificable en un coche de este precio y categoría.
Por dentro, todo resulta espectacular. Y es que, Mercedes-Benz, ha revolucionado el diseño de sus interiores para marcar tendencia en el sector. No sólo es moderno y atrevido, también hace gala de la elegancia y buen gusto que uno espera en un modelo de este fabricante. Este coche juega en otra liga.
El buen tacto de las puertas nos da la bienvenida a un coche que, detalles al margen,