En esta helada noche de febrero no hay luna ni tampoco tráfico en la carretera. Al volante de su Trabant, Hans ya está cansado y aún le queda un trecho para llegar a Dresden. Surgiendo de la oscuridad, ve en el retrovisor un faro. “En moto por este tiempo, ya hay que tener ganas” pensó.
El faro se fue acercando rápidamente. La moto adelantó a Hans a una velocidad inusualmente alta, incluso para una moto. Y el piloto trasero rojo desapareció en la oscuridad. No le dio tiempo a ver si era una MZ o una vieja BMW.
A bordo de “la moto”, el jefe de misión, sentado detrás, ordena apagar los faros y tomar la siguiente salida. El copiloto, delante, comprueba una última vez con el jefe de misión la ruta a seguir. Sí, la moto en cuestión no era tal, sino un Opel Senator de la británica BRIXMIS en misión en la República Democrática de Alemania, la RDA o antigua Alemania del Este. Al otro lado del Telón de Acero.
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La escena en la que al pobre Hans le adelanta “una moto” no es sacada de una novela de John Le Carré o de Ian Fleming, era algo relativamente común en la antigua RDA. En el punto más álgido de la Guerra Fría, un pequeño