Esta semana, el Parlamento Europeo dio un importante paso adelante en la descarbonización del automóvil con el acuerdo para prohibir la venta de coches nuevos con motores de combustión a partir de 2035. Dicho acuerdo aún tiene que consensuarse con los países de la UE para poder convertirse en ley, pero el proceso ya no tiene vuelta atrás.
Así las cosas, a partir de ese año tanto los coches gasolina como los diésel e incluso los híbridos de todo tipo se verán fuera del cuadro de los vehículos nuevos, lo cual supondrá la desaparición de una gran parte de la oferta actual de modelos. En los concesionarios, sólo será posible adquirir motorizaciones eléctricas o de hidrógeno.
Evidentemente la industria automotriz es (junto a los usuarios y entusiastas) la principal afectada por esta hoja de ruta, pues entre otras tareas debe prepararse para afrontar la reestructuración de su productividad. Es decir, que de cara a ese futuro sin emisiones de CO₂, las fábricas que ya producen (o van a producir en breve) coches eléctricos parten con un seguro de vida frente a las que aún esperan por su destino.
Y en el caso de España, uno de los países europeos con más factorías de vehículos en su territorio, todavía quedan algunas que no tienen asignado ningún modelo 100% eléctrico, con el riesgo que ello puede suponer para los puestos de trabajo.
La industria española pide otro ritmo
En el momento de la aprobación, los europarlamentarios creyeron firmemente que los fabricantes contarían con tiempo suficiente para rematar sus planes