EEUU ha convertido en ley el Decreto de Reducción de la Inflación, un enorme proyecto de 430.000 millones de dólares encaminado a reducir, como su propio nombre indica, la galopante inflación del país y de paso impulsar la industria norteamericana.
Entre las medidas más polémicas está la de ofrecer ayudas a la compra solo a coches eléctricos que estén ensamblados en el país y que además la mayoría de las materias primas de la batería provengan de América del Norte o de sus socios. Una imposición que algunos fabricantes ya están asumiendo aliándose con países vecinos.
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Que EEUU haya dejado fuera del esquema de créditos fiscales a cualquier coche eléctrico cuyo montaje final no haya salido de una fábrica en Norteamérica ha enfadado mucho a Bruselas y a países como Corea del Sur.
Tachada de «discriminatoria», la nueva y proteccionista ley ha borrado del mapa de ayudas a cientos de coches que anteriormente sí gozaban de ayudas a la compra.
Otro de los requisitos pone en aprietos a los fabricantes es la obligatoriedad de que la mayor parte de las materias primas y componentes de las baterías sean estadounidenses.
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