Una de las grandes olvidadas de los modelos anticontaminación y de las normas de homologación ha sido la contaminación que provoca la frenada: nanopartículas tóxicas que desprende el rozamiento de los neumáticos ya sean de coches eléctricos, híbridos o de combustión.
Una start-up londinense lleva años perfeccionando un sistema que, si bien parece sencillo, puede dar solución a este problema preocupante: se trata de una caja-trampa para esas emisiones, al estilo de los convertidores catalíticos, pero para los neumáticos.
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Según los datos de The Tyre Collective, los creadores de este dispositivo, el desgaste de los neumáticos es el segundo mayor contaminante microplástico de nuestros océanos después del plástico de un solo uso, y representa hasta el 50 % de las emisiones de partículas en el aire (PM) del transporte por carretera.
En este sentido, la Comisión Europea recogerá en la futura Norma Euro 7 este problema de contaminación para limitar la emisiones de PM2.5 y nanopartículas de todo tipo de motores de combustión y de frenos en vehículos convencionales y eléctricos, cuyas baterías agregan el peso que incrementa aún más este desgaste.
Los resultados de las últimas pruebas en carretera de la compañía británica Emissions Analytics publicados en mayo, muestran que, en condiciones normales de conducción, un coche de gasolina pierde unos 73 miligramos por kilómetro de goma con cuatro neumáticos nuevos.