Las marcas nos muestran desde hace años alucinantes concepts que anticipan cómo serán sus coches en el futuro, y todos tienen las mismas características: volantes y pedales prescindibles, habitáculos de lujo, pantallas para entretenernos y altos niveles de autonomía.
Pero la realidad es que hoy en día el vehículo semiautónomo privado está relegado a operar bajo una serie de circunstancias, y que los fabricantes se están tirando hacia otro concepto mucho menos emocional, pero alcanzable: taxis autónomos cada vez más baratos, más rentables y menos deseables.
Ni los taxis pueden ir sin vigilancia
Cada vez son más los ejecutivos y expertos de la industria que creen que es imposible prescindir del conductor humano por una sencilla razón: la imprevisibilidad. Porque los sistemas de software autónomos, simplemente carecen de la capacidad humana para predecir y evaluar el riesgo de forma imprevista.
A eso se le suman los altos precios de los paquetes de conducción autónoma, un marco legal en pañales, el efecto de la climatología adversa en los sensores y los usuarios negligentes. Todo en un escenario de desaceleración en inversiones.
En este escenario, peces gordos como Kyle Vogt, el CEO de Cruise -la división de vehículos autónomos de General Motors- apuesta por seguir manteniendo supervisores en sus taxis autónomos, pero de forma remota.
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El círculo