El mes de octubre está siendo uno de los más volátiles en términos de precios de la gasolina y del diésel. Tras unos días de bajada, parecían haberse estabilizado hasta que estos dos últimos días los precios de ambos carburantes habían vuelto a subir. Hoy, la gasolina baja ligeramente, pero el diésel sigue subiendo, poco a poco pero sin pausa.
En la media nacional, el diésel está muy cerca de los dos euros el litro, y es de media 4 céntimos el litro más caro que el pasado 1 de septiembre. La gasolina, por su parte, ha bajo hoy muy tímidamente. En todo caso, estamos pagando el combustible casi al mismo precio que el pasado mes de marzo.
Más allá de la singularidad que pueda parecer pagar el gasóleo más caro que la gasolina después de décadas en las que lo normal era la inversa, el problema es que el precio del diésel se repercute directamente en el coste de los transportes y a su vez en los productos transportados, contribuyendo así a alimentar la inflación. En septiembre, la tasa de inflación fue del 8,9 %, un punto por debajo de la media de la zona euro.
La razón de esta anomalía la tenemos en nuestra dependencia del diésel ruso. Hasta el pasado mes de febrero, Rusia era el primer proveedor de diésel de Europa. Pero sin capacidad en nuestro continente para refinar diésel en cantidades suficientes, se genera una situación de más demanda que capacidad de producción a nivel mundial.
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