El ser humano es un animal de costumbres. Nos cuesta cambiar de actitud, de hacer y de parecer. Lo conocido, aunque en ocasiones sea malo, da cierta tranquilidad. Se tiene así una falsa sensación de seguridad.
Parece que los humanos estamos hechos así. Pero al mismo tiempo, una fracción de nosotros adopta las novedades con más entusiasmo e incluso fomenta ese cambio. De cierto modo es lo que está pasando con el coche eléctrico.
Con la llegada del coche eléctrico, lo que está cambiando no es sólo el tipo de energía que mueve el coche que cambia, sino nuestras costumbres. Y no hablo aquí de la necesidad de enchufar cada noche el coche, sino de la esencia del coche como objeto pasional.
En Motorpasión
Una historia de amor odio: ¿Por qué nos siguen gustando los coches a pesar de todo?
La electrificación no tiene por qué ser una sentencia de muerte para el carácter divertido de este medio de transporte. Y de hecho, no lo es. Hay ejemplos que lo demuestran, pero el coche eléctrico es simplemente una muestra más de ese cambio de tendencia.
Durante décadas hemos vivido la cultura del coche. Poseer un coche era una necesidad, pero también un instrumento de libertad de movimiento. Hoy, para muchos