Alemania y el bloque de países miembros a los que lidera oponiéndose a la prohibición categórica de los motores de combustión a partir de 2035 han conseguido que la Unión Europea rectifique. Finalmente, esta contemplará un futuro de la movilidad con propulsores térmicos alimentados mediante combustibles sintéticos neutros en carbono (las emisiones se compensan durante el proceso de fabricación de los mismos). Se apuesta así por un enfoque abierto a distintas soluciones tecnológicas que puedan abordarse de una manera más sencilla y libre por las empresas de vehículos.
El organismo geopolítico parece haber logrado que la nación más poderosa del territorio sobre el que tiene poder levante el veto a una normativa de índole ecológico. Se trata de una medida con un evidente sesgo ideológico que bien podría terminar por destruir la industria automovilística tal y como hoy la conocemos. Sin embargo y a pesar de los intereses de los grupos de presión extranjeros, la UE ha cedido a las exigencias de los germanos, pues no dejan de ser sus mayores contribuyentes.
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A mediados de marzo, Actualidad Motor publicó un artículo titulado “El mundo al revés: Alemania defiende los motores de combustión y España le critica”. En él se explicaba el sinsentido de una situación en la que un país líder en electrificación del parque móvil quería proteger una de sus principales bazas económicas, mientras que el nuestro, a la cola de este proceso de transición y con un peso automotriz sobre el PIB del 10%, le tildaba de incoherente e incluso insolidario. La realidad es que el planteamiento teutón y el de otros seis países era más conservador, pero no menos sostenible.
El compromiso con los socios liberales del Gobierno alemán concede, en pocas palabras, que los coches térmicos se puedan seguir vendiendo legalmente dentro de 12 años. Esto ocurrirá siempre y