Cuando llega el invierno, buscamos la manera de mantener la temperatura de la vivienda y gozar del confort más adecuado para poder disfrutar de un espacio confortable. Y lo que buscamos es que se pueda conseguir esto con el menor coste posible. Una de las opciones que están cobrando fuerza es el uso del suelo radiante.
¿Qué es el suelo radiante?
El suelo radiante es un emisor de baja temperatura. Se instala por debajo de los azulejos o el parqué y gracias a una canalización de agua caliente que eleva la temperatura del suelo y transmiten el calor a toda la habitación. Es importante señalar que no tiene una temperatura elevada, ya que ha de ser agradable y no provocar problemas al caminar por casa.
También es importante saber que la emisión de calor es homogénea, igual en toda la instalación, por lo que se consigue que toda la vivienda tenga la misma temperatura. Este sistema genera mayor confort, un consumo muy ajustado y respeta el medioambiente.
El origen del suelo radiante
El suelo radiante no es algo nuevo, sino que viene utilizándose desde el siglo I a.C. En las villas romanas se construían las habitaciones sobre unas canalizaciones de unos 40 cm. Estos conductos permitían que circularan los gases provenientes de un horno instalado en el exterior de la vivienda. Al otro extremo de la canalización se colocaba una chimenea, que permitía la circulación de los gases y calentaba la vivienda.
En el siglo XX se comenzó a utilizar una canalización de metal, pero esto provocaba problemas debido a la corrosión del mismo. Hoy, gracias a nuevos materiales, se puede contar con un sistema de calefacción a través de suelo radiante gracias la canalización del agua a través de conductos fabricados con estos materiales resistentes.
¿Cómo funciona el sistema de calefacción de suelo radiante?
La canalización permite el paso de agua a baja temperatura, que caldea el suelo y permite mantener una temperatura agradable. En invierno, la temperatura del agua suele estar a 45ºC, mientras que en verano la temperatura es de 15ºC, lo que permite bajar la temperatura igual que se sube en invierno.
El circuito de tuberías se instalan sobre un aislante térmico y por encima se coloca una fina capa de mortero. Esta doble capa, por debajo y por encima, se encarga de mantener la energía térmica y que se pueda utilizar incluso un tiempo después de desactivar el sistema de calefacción.
Esto hace que el sistema tarde algo más que un radiador para alcanzar la temperatura, pero la reparte y la mantiene mejor por toda la vivienda. El suelo radiante es más eficiente cuanto mejor sea la distribución del circuito de tuberías y la calidad del material utilizado para la instalación.
Tipos de suelo radiante
El suelo radiante puede obtener el calor de distintas maneras. Estas son las principales fuentes de energía para generar el calor que calienta el agua que luego se distribuye por la vivienda.
- Gas natural: El calor se obtiene a través de una caldera de gas natural. El agua coge temperatura gracias a la combustión del gas y se distribuye por las tuberías, creando la sensación de confort que se busca con este sistema. Hay que tener en cuenta que las calderas de gas van a desaparecer, así que este sistema va a dejar de estar disponible en breve.
- Aerotermia: Gracias a la bomba de calor, el agua alcanza la temperatura deseada, tanto en invierno como en verano. Este sistema es el que probablemente va a ser el más común dentro de poco tiempo.
- Geotermia: La geotermia se basa en un sistema de calefacción que utiliza un circuito de tuberías con refrigerante enterrada en el subsuelo. De esta manera se consigue una temperatura constante a lo largo de todo el año y se distribuye en la vivienda a través de una bomba geotérmica, que ofrece la temperatura adecuada en cada momento. Además, su consumo es muy bajo, por lo que resulta muy rentable.
- Eléctrico: Este sistema no utiliza tuberías, sino que proporcionan la temperatura deseada a través de unos cables colocados en el suelo. De todos los sistemas, este es el que consume más energía de todos ellos.
El suelo radiante es una manera muy práctica de conseguir la calefacción doméstica con un coste energético muy bajo y que permite obtener un resultado muy agradable, tanto en viviendas como en locales comerciales.
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