La gama mecánica del Volvo V60 es bastante completa, sobre todo en cuanto a motorizaciones diésel. El motor más modesto entrega 115CV, mientras el más prestacional es el híbrido enchufable, con 285CV. Nosotros nos hemos puesto al volante de una unidad con el motor diésel D3 de 136CV y cambio automático de seis velocidades. Es el segundo motor en cuanto a potencia y uno de los más equilibrados, pese a que en un principio 136CV puedan no parecer suficientes. Hay que tener en cuenta que a lo largo del tiempo las denominaciones y potencias asociadas de cada motor han variado.
La principal peculiaridad de este motor, desarrollado por Volvo, es que es un cinco cilindros de 2.0 litros. Salvo el 1.6 diésel de 115CV todas las mecánicas de gasoil del V60 recurren a esta arquitectura. En consecuencia el sonido es peculiar, diferente al de un cuatro cilindros, aunque no podemos hablar de refinamiento, puesto que desde el exterior esta mecánica se muestra más ruidosa de lo esperado, aunque sí es cierto que no transmite ningún tipo de vibración al habitáculo, donde se ha hecho un excelente trabajo de insonorización.
Confort, confort y sólo confort
Con las ventanillas cerradas comprobaremos como el motor se oye en la lejanía en las fases de aceleración y ralentí. A velocidades constantes el sonido del propulsor desaparece y podemos comprobar lo contenido de los ruidos aerodinámicos y de rodadura. Cuando en una semana tienes que recorrer más de 1.400 kilómetros de autovías y autopistas, circular así es todo un placer, además de que los asientos brindan un confort excepcional, siendo probablemente los más cómodos que jamás haya probado. Eso sí, a mi juicio un reglaje eléctrico y la calefacción (ambos elementos opcionales no equipados en la unidad) son interesantes.
En los primeros kilómetros ya nos ha quedado muy claro