Hacía mucho tiempo que la veterana escudería Williams no daba a sus numerosos seguidores y a los aficionados en general, una alegría como la que ofreció ayer sobre el trazado austriaco Red Bull Ring cuando Felipe Massa y Valtteri Bottas, sus dos pilotos oficiales, coparon en calificación y respectivamente, la pole y la segunda plaza en la parrilla de hoy, por delante de Nico Rosberg (Mercedes AMG).
Tras años de estar sumida en dinámicas deportivas cuando menos incomprensibles para un equipo que después de Ferrari y McLaren atesora la tercera mejor trayectoria en la historia de la Fórmula 1, con el estreno del nuevo reglamento vigente desde este año la de Grove difícilmente entraba en las quinielas.
Asediada por problemas económicos, habiendo perdido un patrocinador del calibre de PDVSA en el paso de Pastor Maldonado a Lotus y con la contratación de un Felipe Massa en aparente camino hacia su declive deportivo, a comienzos de esta sesión Williams parecía enfrentarse a un 2014 al menos tan complicado como las temporadas anteriores. Sin embargo, gracias a la apuesta por utilizar la unidad de potencia Mercedes-Benz y a un diseño del FW36 claramente enfocado a rentabilizar su aerodinámica, ya desde los entrenamientos de pretemporada se comenzó a vislumbrar que Williams disponía por fin de un coche con el que plantar cara al campeonato, y no desde las posiciones finales o intermedias de la parrilla, como venía siendo triste costumbre, sino con capacidad para inquietar seriamente a los equipos punteros: Ferrari, Red Bull y por supuesto, Mercedes AMG.
El transcurso de las pruebas del Mundial ha ido afianzando esta sensación. Las delicadas líneas del monoplaza británico y su cuidada estructuración alrededor de la idea de lograr fiabilidad y bajo consumo a pesar de los requerimientos de la potente UP de Stuttgart, ha dado lugar a un