Para Japón, la Fórmula 1 de principios de los años 90 fue un momento de opulencia. Con Honda como motorista dominador de la categoría junto a McLaren, con tres fabricantes en total (Honda junto a Yamaha y Mugen-Honda) y con varios pilotos compitiendo, además de multitud de patrocinadores que inundaban el mundo de la Fórmula 1 hasta el punto de que dos de ellos daban nombre a dos equipos; Leyton House y Footwork. Con tanto dinero encaminado hacia la Fórmula 1 desde Japón, era lógico que aparecieran más fabricantes de motores, animados por los éxitos de Honda. Pero no todos tuvieron éxito. De hecho, salvo Subaru, quien llegó a través de Motori Moderni y Carlo Chiti, y los ya mencionados Honda, Yamaha y Mugen-Honda, no hubo más motoristas nipones tomando la salida en un gran premio de Fórmula 1 en ese entonces. Pero sí hubo varios esfuerzos que tomaron distintos caminos y con distintos objetivos, pero siempre con un elemento común en su historia, el de fabricar un motor de Fórmula 1. Dos de ellos pasaron de la fase de diseño y llegaron a construirse e incluso a rodar. Se trata del preparador HKS por un lado y de la marca de coches Isuzu por el otro. Isuzu P799WE V12 La historia del motor Isuzu de Fórmula 1, que habría sido un V12, es de las más obscuras entre los «motoristas» de la época. Esta se sucede antes que la de sus compatriotas de HKS. Aproximadamente un año antes, a finales de 1990, en Isuzu se plantean un reto. Conocidos en Japón y alrededor del mundo básicamente por sus coches pequeños y por sus motores diesel, se plantean la duda y el desafío de ver de qué es capaz la marca y sus ingenieros si se ponen a

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Únete a Naomi Ellis mientras se adentra en las vidas extraordinarias que dieron forma a la historia. Su calidez y perspicacia convierten biografías complejas en historias identificables que inspiran y educan.

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