Desde que el hombre es hombre, el deseo de descubrir le ha perseguido cual mosca “cojonera”. Volar, tocar las nubes, nos acercaba a ese universo que tanto ansiamos conocer. El cielo nos ha atraído y nos atraerá eternamente. Las construcciones, con sus rascacielos, o en el caso de las religiones, con altas catedrales, nos ha acercado un metro más a nuestra pasión o al dios venerado. Quizás por eso conocemos más del espacio que de las profundidades marinas.
Dejar el cielo como techo es sin duda un gozo que a cualquier conductor le gusta saborear. El aire penetrando en tu piel, la brisa enredándose en tu pelo mientras conduces es un plan al que cuesta encontrarle pegas. El periodo estival parece despertar aún más las ansias por olvidarnos de la oscuridad y ver el sol brillando o la luna encima de nuestros hombros. En ActualidadMotor te proponemos un compañero de viaje que puede regalarte estas sensaciones. Venido desde Alemania guarda un apellido que poco deja a la imaginación. Esta semana probamos el Opel Cabrio 1.6 Turbo de 170CV, la piedra preciosa de Rüsselsheim.
Con buen pie desde la primera zancada
Llevaba varios meses detrás de él. Recuerdo la primera vez que lo vi, aún no sabíamos ni su apellido definitivo. Las primeras fotos que desvelaban su silueta final dejaban en mis ojos un coche poderosamente atractivo. No me considero amante de los descapotables, pero sí de la belleza y éste, parecía saber jugar con ella.
Antes de mi primer encuentro visual con el Opel Cabrio, mi mentalidad era muy sencilla con Opel y sus convertibles. No podría deciros que consideraba al Astra Cabrio feo, pero despertaba en mí el mismo interés que tengo en el punto de cruz. Partiendo de su hermano compacto, y no teniendo este una imagen demasiado acertada, al contrario que