No han sido precisamente pocas las críticas que le han llovido al Mercedes-AMG GT desde su llegada, cuando aparentemente no le faltan motivos para ser más que elogiado. Su diseño se ha convertido en el principal objetivo de las críticas y no, no podemos llamarle precisamente feo. El problema viene de un Mercedes SLS AMG que ha dejado el listón muy muy alto… pero hay que entender que no podemos medir al AMG GT con la misma vara.
Se ha repetido hasta la saciedad desde su lanzamiento. Su papel no es recoger directamente el testigo del alas de gaviota, sino llevar a Mercedes a un nuevo segmento, apostar por una categoría de mayor volumen, categoría que por otro lado se encuentra en pleno auge de la mano del Jaguar F-Type y el BMW i8, además del eterno Porsche 911 y por tanto, dado su nuevo papel, el nuevo segmento al que se dirige, no podemos hacer esa comparación de “el SLS era más bonito”.
Sí, es normal que el Mercedes SLS AMG nos haya dejado marcados. Su línea clásica, su masivo morro, el alarde de clase sin miramientos o las alas de gaviota no son para menos, además de por supuesto su motor V8 6.3 atmosférico y su correspondiente melodía, pero ahora no se ha buscado desarrollar un coche con la necesidad de superarlo, sino que se ha cogido ese mismo diseño clásico, esa influencia del Mercedes 300 SL, para reinterpretarlo en un coche de unos 150.000 euros en lugar de hacerlo en uno de más de 220.000 euros.
Durante la premiere del AMG GT tuvimos a un Mercedes SLS AMG Electric Drive a escasos metros del AMG GT amarillo protagonista de la ceremonia. Las comparaciones inmediatas estaban servidas y en ellas quedaba claro que el porte del SLS era superior al