Dos días cargados de emociones fuertes, gasolina y mucho calor | Por Sergio Álvarez
Una caliente tarde de verano languidece en Estados Unidos. Aburrido y cansado en el estado de New Jersey, mi amigo Juanma Nuevo – también editor en Diariomotor – me escribe comentándome que va a pasar unos días en Las Vegas con unos amigos. Ni corto ni perezoso, en un arranque impulsivo, compro un billete a dos días vista y me embarco en un vuelo de 3.000 km y siete horas y media – con escala en Texas – para llegar a la ciudad del pecado. No fue la promesa del juego, las discotecas o los clubes de striptease lo que me dieron el empujón final. He de reconocer que en Diariomotor nos gusta más todo lo que tenga ruedas y queme gasolina.
El desértico o húmedo sur de EE.UU. – según dónde aterricemos – es un lugar cálido en demasía durante el verano. Y la primera semana de agosto es la pura definición de verano. Un vuelo insufrible y caro, asientos minúsculos de clase turista, un transbordo de sólo 35 minutos que aún no sé como logré hacer y comida de aeropuerto con precios inflados. Pero la promesa de ver a buenos amigos y un plan automovilístico sin igual hicieron que la adversidad fuese una anécdota. Cuando Juanma me enseñó el coche que había alquilado para el día siguiente, aparcado en el parking del aeropuerto, todas mis preocupaciones y cansancio se evaporaron.
Dicen que lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas, pero hemos querido al menos compartir lo que hicimos en el muy cercano estado de Arizona, en dos días cargados de emociones fuertes y mucho calor, en los que se quemaron muchos galones de gasolina a bordo de dos coches muy diferentes pero igualmente