Nadie nació enseñado. Y precisamente porque nadie nació enseñado, seguro que más de uno tenemos en nuestro haber alguna o varias o muchas situaciones de esas en las que un palmetazo sobre la frente —el facepalm de toda la vida desde que alguien aprendió a unir la zona frontocraneal y la zona plamar en sonoro chasquido como símbolo de la autodecepción— es la única respuesta posible ante lo que presumimos es un error que podíamos haber evitado prestando algo de atención. Y de eso va la cosa: vamos a hablar de esos facepalms que vemos hoy en día cuando viajamos en compañía de novatillos… y que en el fondo reconocemos como si de un déjà vu se tratasen. Te quedaste sin gasolina ‘in the middle of nowhere’ Como el combustible es peligroso, mejor no acercarse a una gasolinera Hay personas que piensan que tener un coche es cuestión de echarle gasolina de vez en cuando y poco más. Pero es que los hay que ni eso. Tienden a pensar que el coche funciona por algo que está en el aire y que ya se apaña con lo que le entra por el frontal, como si de una orquídea se tratara. En lógica consecuencia, este tipo de conductores rara vez interpretan de forma correcta el aviso de que al coche le quedan dos suspiros antes de quedarse tirados por inanición. Luego los hay que experimentan con la autonomía máxima de su vehículo y son capaces de dejar el depósito seco mientras aparcar en una esquina cercana a una gasolinera, llenan allí una garrafa con sopa de 95 octanos y tienen suficiente como para aprender que la reserva está para no agotarla. Me lo contó un amigo, que dice que le pasó cuando llevaba la «L» en la

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Únete a Naomi Ellis mientras se adentra en las vidas extraordinarias que dieron forma a la historia. Su calidez y perspicacia convierten biografías complejas en historias identificables que inspiran y educan.

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