Continuamos probando para vosotros la nueva BMW R 1200 R, y ya es hora de que encendamos el motor y nos pongamos en marcha. Tenemos claro que es una moto que rompe en parte con algunas de las tradiciones de la familia R de BMW, en busca de una mayor deportividad y un público más joven. En cierto modo, se posiciona más al ataque de las súper naked, a las que no llega a igualar en potencia, pero sí a superar en par motor y en tecnología. Por lo pronto, me dispongo a arrancar: equipada con el sistema opcional Keyless Ride, sólo tengo que tocar el botón de contacto y accionar el pulsador de arranque. El zumbido agresivo del bóxer de casi 1,2 litros me recibe con su personal saludo. En el fondo, algunas cosas no cambian tanto en la BMW R 1200 R.
Su instrumentación es excelente salvo por un detalle: habría sido más lógico un cuentavueltas analógico y un velocímetro digital.
Lo primero que advierto al sentarme sobre el asiento de la BMW R 1200 R es que su postura de conducción es bastante relajada, con mi cuerpo ligeramente echado hacia delante y mis piernas a una altura del suelo muy correcta cuando estoy parado. La R 1200 R está disponible con un asiento bajo o un asiento deportivo más alto, mientras que de serie disponemos de un asiento fijo situado a 790 mm del suelo. Aún con este asiento, su forma hace que la caída de las piernas sea natural. Esto viene bien, porque vamos a hacer mucha pierna para mover los 231 kg de moto que llevamos entre nuestras piernas. De un golpe de vista puedo ver muy claramente la valiosa instrumentación de la BMW R 1200 R, que cuenta con un velocímetro analógico y una pantalla TFT