Estaréis conmigo en que esta ha sido una de las noticias de la semana. Audi ha comenzado a “transformar” aire y agua en gasóleo (leer noticia en Tecmovia). Como lo oyes. Dicho así suena a poco menos que superchería, a un engaño, incluso a trucos místicos, dignos de aquellos antiguos alquimistas que creían en la transmutación de metales. Pero en realidad estamos ante una tecnología real, que por supuesto tiene base científica y química, y de hecho un Audi A8 3.0 TDI ya se ha movido utilizando el producto de esta tecnología. El gasóleo se compone de carbono e hidrógeno, carbono presente en el CO2 del aire e hidrógeno presente en el H2O, en el agua. Y a continuación os contaré por qué esta tecnología no me parece una revolución, ni mucho menos, pero sí una alternativa que merece la pena explorar y desarrollar, siendo incluso más realista y sostenible que otras ideas que ya se están poniendo en práctica como los biocombustibles.
La tecnología es real y viable en términos medioambientales, elimina más CO2 de la atmósfera del que genera en su producción y en su combustión.
¿Por qué desarrollar combustible a partir de aire y agua? Primero, porque las reservas de petróleo no son infinitas y tarde o temprano pueden van a agotarse. Segundo, para asegurar una fuente de energía libre de emisiones de CO2. Sí, un combustible que no genere CO2.
¿Y por qué no genera CO2? Muy sencillo. Audi y su socio Sunfire han logrado que todo el proceso se lleve a cabo empleando energías renovables, energía procedente de paneles solares y molinos eólicos. Producir este combustible no genera CO2. Es más, al haber diseñado un proceso capaz de filtrar el CO2 del aire, la generación de e-diesel conllevaría limpiar ese aire de CO2, en una proporción mayor que