Si la decisión no es revocada próximamente, parece ser que se han acabado los intentos de récord de vuelta en Nürburgring. La comisión gestora del circuito ha impuesto límites de velocidad en algunas zonas y ha prohibido expresamente a los fabricantes usar el circuito para batir récords por vuelta. Esta decisión deja en vilo a muchos departamentos de marketing y aficionados, que usaban el tiempo de vuelta de los coches como punto de comparación. Nosotros lo hemos hecho, y todo el mundo lo ha hecho.
Tras estas prohibiciones, ¿qué deberíamos hacer para medir diferentes coches por el mismo rasero?
Es necesaria una referencia. ¿O no?
¿Nos habremos dejado llevar por un excesivo afán de cuantificar tiempos de vuelta? Las sensaciones no se pueden medir.
Hasta ahora el tiempo de vuelta a Nürburgring era el rasero por el que se podían medir coches muy diferentes. Una prueba común para máquinas muy diferentes. Un Ferrari 360 Módena es capaz de fundir en línea recta a un Honda Civic Type R, pero no lo huele en un circuito que pone a prueba todos los componentes del coche y su puesta a punto. Ahí estaba la gracia de los tiempos de vuelta en Nürburgring, especialmente en coches deportivos diseñados para devorar curvas. El punto de comparación era absolutamente ideal.
Y es este punto de comparación el que ahora desaparece. ¿Debemos entristecernos? ¿Debemos alegrarnos? Reflexionando en voz alta, ¿es mejor coche aquél que es más rápido al Infierno Verde? Objetivamente, lo es, porque los números mandan. Pero el coche es una máquina inherentemente pasional, subjetiva, al menos desde el punto de vista de un aficionado como yo. ¿No será mejor coche el que más sensaciones o diversión transmita a su conductor? Midamos su rendimiento en sonrisas, no en minutos y segundos.
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El problema es que