La idea de la nueva campaña de la DGT es acertada. Las pequeñas distracciones, en el coche, nos salen muy caras a todos. Despistarse un momentito de nada por una tontería es, hoy por hoy, la causa concurrente más frecuente de siniestros viales. Las distracciones al volante han aumentado durante las últimas dos décadas de manera abrumadora, y no parece que tengamos cerca un punto de inflexión que nos lleve a un cambio de tendencia. Así que la idea es buena. Hagamos ver a los conductores las graves consecuencias de una cosa tan pequeña como esa mínima distracción. Pongámosle nombre y valor para hacer evidente que nos estamos jugando mucho por algo que, en realidad, ni de coña vale tanto. Las gafas de sol van a ser las que abran fuego en esta campaña, pero habrá más. Los objetos más caros del mundo serán este verano esos que nos salen más caros en el coche. Sin embargo, lo que nos puede tirar un poco para atrás es la realización, la forma de llevar a cabo esa buena idea. A los más viejos del lugar le recordará esta campaña de la DGT, en lo estético, a aquellos spots que nos aterrorizaron a finales del siglo pasado con actores que nos contaban aquello tan siniestro de «las imprudencias se pagan». Entre los años 1992 y 1995, aquella voz oscura de la locución, aquellos personajes que sufrían ante las cámaras… Todo aquello. Para quienes no acabamos de ver claro el recurso del miedo como una manera de reeducar, nos servirá una bofetada de realismo. Cuentan que esta campaña de los 90 logró su objetivo de introducir un antes y un después en la elevada tasa de siniestralidad de nuestro país. Aun cuando ya sabemos que los datos estadísticos los
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Únete a Naomi Ellis mientras se adentra en las vidas extraordinarias que dieron forma a la historia. Su calidez y perspicacia convierten biografías complejas en historias identificables que inspiran y educan.
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