Ciudades inteligentes, coches autónomos, cápsulas inteligentes de transporte individual, sistemas centralizados de tráfico. Desde hace casi dos décadas las visiones de la ciudad del futuro anuncian una transformación radical de la movilidad urbana con un sorprendente punto en común: la reducción drástica del uso del coche privado. Urbanistas, arquitectos y sociólogos apuestan por modelos de ciudad más eficientes, y centrados en la persona mientras las innovaciones tecnológicas hacen posible formas de transporte compartido, como el car sharing, impensable hace unos años.
Sin embargo es posible que la principal batalla por la transformación de la movilidad urbana no se libre en las calles de nuestras urbes, sino dentro de nuestras cabezas. En ellas un siglo de automóvil ha dejado huellas culturales tan profundas en nuestro imaginario colectivo que cabe preguntarse ¿es el coche privado una adicción?
Biografías de movilidad y neurociencia: el complejo proceso de elegir en movilidad
En algunas etapas de la vida usamos más el transporte colectivo, en otras queremos o necesitamos usar el privado.
Por mucho que sea una imagen muy seductora en clave de márketing, las grandes elecciones en materia de transporte y movilidad no se hacen por la mañana mientras preparamos el desayuno. Estas decisiones se van tomando lentamente a lo largo de amplios períodos de nuestra vida y bajo la influencia de muchos factores: dónde realizamos los estudios, cuándo y cómo nos emancipamos, nuestro trabajo, la formación de una familia. Puede que en algunas etapas usemos más el transporte colectivo (durante nuestros estudios…) mientras que el coche privado sea nuestra opción preferida en otras (los primeros años de vida de nuestros hijos).
El resultado de esta serie de elecciones a lo largo de una vida es lo que llamamos “Biografía de movilidad”. Hace dos años el estudio de Sirun Beige y Kay Axhausen sobre cómo se desarrollan estos procesos dejaba