Me producen una tremenda curiosidad los híbridos enchufables. En cierto modo, y dejando de lado todos los inconvenientes que pueden acarrear, mezclan lo bueno de los eléctricos y lo bueno de los coches de combustión. Y del mismo modo suplen las carencias de cada uno de los dos. Es por ello que esta semana ponemos a prueba el Mitsubishi Outlander PHEV.
Mitsubishi ha apostado por los híbridos enchufables con este SUV, un paso previo hasta el siguiente nivel de desarrollo para los eléctricos, modelos por los que, por cierto, también está apostando. Pero déjame hablarte de este coche, más como un mero análisis, como una vivencia personal, un día a día con un coche que a día de hoy, es un extraño entre la marabunta de vehículos que pueblan nuestras carreteras.
Indetectable
El Mitsubishi Outlander PHEV podría pasar por cualquier modelo diésel si le quitamos los logotipos de PHEV (Plug-In Hybrid Electric Vehicle) o de Plug-In Hybrid que decoran el exterior. Los cambios, los detalles que más lo diferencian de un modelo estándar se reducen a las dos trampillas, una a cada lado. Una es para colocar la manguera de la gasolina y la otra donde se encuentran las conexiones para carga normal y carga rápida. Es habitual que en las estaciones de servicio pregunten si lleva dos depósitos.
Mide 4,65 metros de largo, 1,81 metros de alto y 1,68 metros de ancho. Es un SUV grande de aspecto robusto que en breve va a recibir un restyling con un diseño más futurista y moderno. No por ello queda descolgada esta versión que presenta una parrilla fina y protecciones en color gris en la parte baja del paragolpes delantero.
La trasera es más moderna por detalles, empezando por los pilotos en tecnología LED y unidos por una moldura cromada en su parte central. También hay