En China, los atropellos y reatropellos de peatones constituyen un fenómeno que se repite desde hace décadas. Tiempo atrás reflexionamos aquí sobre esta cuestión, y en los últimos días el asunto ha vuelto al primer plano informativo de la mano de Geoffrey Sant, que explica en Slate algunos casos aberrantes de atropellos mortales en el país asiático. Sin ir más lejos, el caso de la niña de 2 años atropellada en el mes de abril en Guangdong. Un BMW golpeó a la pequeña. Ante los gritos de la abuela que la acompañaba, la conductora del coche frenó, puso marcha atrás y volvió a atropellar a la niña. Finalmente engranó la D en el cambio de marchas y arrolló una vez más a la víctima, ya mortal, antes de bajar del vehículo y ofrecer un trato económico a la abuela de la criatura: «No diga que conducía yo. Diga que fue mi marido. Podemos darle dinero». Y como ese caso, varios más. Un vídeo ilustrativo: el del Volkswagen Passat que arrolla a una mujer de 64 años. Sucedió en 2008. El conductor, Zhao Xiao Cheng, no sólo pasó sobre su víctima de forma deliberada y reiterada cuando se dio cuenta de lo ocurrido, sino que huyó del escenario a toda velocidad. En el juicio, Zhao Xiao Cheng alegó creer estar desembarazándose de una bolsa de basura que se le habría quedado enganchada en el coche. ¿Lo peor del caso? No se le condenó por un delito de homicidio sino que todo se saldó con una pena de tres años de prisión, tras hallarlo culpable de… negligencia. Hay un cierto consenso en que el entramado legal chino propicia que haya atropellos mortales. Dejar una víctima muerta en el asfalto representa para el conductor

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Únete a Naomi Ellis mientras se adentra en las vidas extraordinarias que dieron forma a la historia. Su calidez y perspicacia convierten biografías complejas en historias identificables que inspiran y educan.

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