En 1994 Subaru sentó las bases de un nuevo concepto de automóvil, los crossover en base a modelos familiares. El Subaru Outback fue pionero en un segmento que con los años ha ido ganando más adeptos y más opciones para los clientes. Modelos como este son capaces de combinar las cualidades de una berlina en cuanto a confort, espacio y equipamiento, así como lo más atractivo de los SUV, como son el puesto de conducción elevado y unas ciertas capacidades off-road.
El Subaru Outback siempre ha sido un coche que se ha desmarcado de la competencia, como cualquier otro Subaru. Son dos las características que lo hacen especial frente a algunos rivales, la tracción total permanente y los motores bóxer, que en el caso del diésel, es único en el mundo. Con la llegada de la quinta generación del Subaru Outback hemos querido conocer a fondo al que en su momento fue pionero y para ello hemos optado por la versión diésel de 2.0 litros, 150 caballos y cambio automático Lineartronic de variador continuo.
Muy Subaru
Los genes de Subaru están muy presentes en esta nueva generación del Subaru Outback y van más allá de los puntos clave como la tracción o los motores. Los coches de la marca de las pléyades nunca han destacado por sus diseños, con la excepción del primer Tribeca. Encontramos una carrocería que representa una evolución sobre el modelo de cuarta generación, siguiendo una línea parecida pero con formas más afiladas.
Consigue mejorar al modelo precedente, probablemente el menos atractivo de todos los Outback en cuanto a diseño. No es un coche que haga romper cuellos. Es un modelo muy enfocado al mercado norteamericano y eso se deja notar en un diseño sin estridencias, pero sin renunciar a una estampa elegante. Pese a no ser espectacular, no se puede