Hasta hace poco Rusia, junto con China, ha sido uno de los mercados automovilísticos más boyantes. Muchos han sido los fabricantes que han abiertos fábricas allí para abastecer la demanda local y beneficiarse de unos impuestos más bajos que les permitían ser aún más competitivos. Pero han llegado las vacas flacas y las ventas de coches nuevos en Rusia están de capa caída. Concretamente en noviembre el descenso ha sido de un acusado 46%.
Esto supone un problema para fabricantes como Ford, que se encuentran con unas fábricas que producen muy pocas unidades por la demanda y que no son rentables. Cerrar puede ser una opción, aunque aprovechar esa capacidad productiva puede resultar interesante. Ford quiere aprovechar esa producción de Rusia para fabricar unidades destinadas a Europa del Este.
Actualmente de las unidades que se fabrican en las instalaciones de Ford Sollers (la joint-venture rusa) solo unas pocas están destinadas a la exportación a mercados del antiguo bloque soviético como Kazakhstan, aunque con volúmenes poco representativos. Las ventas de Ford en el acumulado de 2015 han bajado un 40%, hasta 34.077 unidades, más que la media del mercado que ha caído en un 35%. Su capacidad de producción es 10 veces superior a la actual, con 350.000 unidades.
Este año está previsto que en el mercado ruso se vendan sobre 1,5 millones de unidades, un millón menos que en 2014. Lo más chocante es que entre todos los fabricantes, pueden satisfacer una demanda de 3,5 millones de coches al año. Es evidente que tener todos los huevos en la misma cesta y depender de un único mercado es difícil, por lo que ahora marcas como Ford se preparan para exportar.
Actualmente Ford fabrica los Fiesta y EcoSport en Naberezhyne Chelny, así como los Focus y Mondeo en San Petersburgo. Todos estos modelos se fabrican