Karl Whinnery se define a sí mismo como «propietario de un perro, músico y cosas de vídeo». Sin embargo, a esta retahíla de características ahora no tendrá más remedio que añadir una por la que se está dando a conocer en Estados Unidos: tatuado por el airbag de su Volkswagen Golf.

Sucedió en Portland (Oregón, Estados Unidos) el miércoles pasado, cuando circulando por la ciudad tuvo un choque con otro vehículo en un cruce. El airbag se abrió y en aquel momento pilló el brazo de Karl Whinnery por el camino. Y le dejó un recuerdo imborrable —aunque es de esperar que con el tiempo se le acabe curando.

El golpe tuvo que ser fuerte, no sólo porque saltó el airbag, sino también porque el conductor del Volkswagen se vio obligado a abandonar el vehículo por la puerta del acompañante. Enseguida se dio cuenta de la marca que le había dejado el centro del volante en la cara interna del antebrazo.

Karl Whinnery se lo toma con humor: «Estoy contento de que me pasara a mí, porque me encanta esta marca». De hecho, confiesa que si se cambia el coche, seguirá con Volkswagen, aunque en este caso, su pasión por la marca alemana le ha resultado dolorosa: «El primer día dolía mucho, el segundo estuvo mal, hoy ya está mejorando», explicaba el pasado viernes a los medios locales.

Y esta es la razón por la que nunca debemos meter un brazo delante del volante, ni siquiera cuando vamos a girar de forma salvaje para evitar un leñazo. En el giro por tracción y empuje, se gira traccionando y empujando, no empujando y traccionando.

Fuente | KGW | Karl Whinnery en Facebook
En Motorpasión | Logos de coches: Volkswagen y el peso de la guerra

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