No vamos a hacer demagogia. Los radares son necesarios, y diría que imprescindibles para mantener la seguridad y el orden en las carreteras. El gran problema está en que la percepción de los conductores no es esa, sino la de estar constantemente vigilados para que, al mínimo error, una cámara nos tome una bonita instantánea y nos llegue a casa la fotografía más cara que nos hayamos hecho en nuestra vida, más incluso que una fotografía nupcial. Y el gran problema, y quizás la razón por la cual los conductores seguimos teniendo esa percepción, está en casos como el del radar que actualmente más multas está tramitando en Madrid, y en España, a razón de 1.000 multas diarias. Ver multas por exceso de velocidad.
Los radares móviles se equivocan y, ante el chantaje, el conductor paga
Instalar radares en puntos negros, vías muy concurridas, pendientes prolongadas, etcétera, es necesario, y probablemente ahorra accidentes. El problema está en que un radar en medio de una recta kilométrica, con poco tráfico, difícilmente podría justificarse como un método efectivo para evitar accidentes.
Y el problema aún mayor está cuando se da una situación como la sucedida estos días en Madrid. Un radar instalado desde hace años en la vía de circunvalación M-30 no para de multar a los conductores, en un tramo que desde hace poco ha rebajado su límite de velocidad de 90 km/h a 70 km/h.
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Hay que decir que la responsabilidad de respetar los límites de velocidad, y atender a las señales de tráfico, es de los conductores. No hay excusa que valga, como la de haber recorrido ese tramo miles de veces en los últimos años, y habernos acostumbrado a mantenernos a 90 km/h hasta poco antes