No hay dos sin tres, o eso dicen. Ya había vivido unas 24 horas Ford con lluvia, unas 24 horas Ford al sol, y ahora me iba a por la tercera vez en una edición en la que, como buena número 13, ocurriría de todo. La XIII edición de las 24 Horas Ford me esperaba en el Jarama, y yo acudía con muchas ganas a la cita.
Tanto es así, que llegué al circuito a eso de las 9 y pico de la mañana. Ni siquiera estaban puestas las cosas. «¿Qué vas a hacer aquí tan pronto?», me dijeron. «Te voy a poner a trabajar para echarnos una mano», me dijeron. ¿Que qué iba a hacer allí tan pronto? Preparar la crónica definitiva de las 24 Horas Ford 2016. La que, nunca se sabe, quizá sea mi última crónica sobre esta competición que tanto me enganchó desde la primera oportunidad que tuve de participar. Carpe diem.
Las 24 Horas Ford no se hacen ellas solas
Pocas horas antes de que lleguen los invitados al evento, los responsables de Comunicación y Relaciones Públicas de Ford van y vienen, teléfono en mano, buscando, no encontrando, encontrando finalmente, volviendo a buscar… Contando sólo las personas que integramos los equipos, somos más de 120 individuos, cada uno de su padre y de su madre menos algunos que son hermanos. Azafatas aparte, chófers aparte, montadores aparte. Desde luego, el milagro de coordinar que esto salga adelante y a la hora no se hace solo.
El Circuito del Jarama se encuentra en plena ebullición a las 10:00, y eso que aún no hay coches en la pista. ¿Todavía hay que colocar camisetas en las bolsas de los pilotos? Una talla XL vuela por la sala mientras unas manos ya buscan una talla L para la siguiente bolsa. Con agilidad, con