La Inquisición española se encargaba de administrar “justicia” divina a aquellos que creían pecadores, blasfemos, enemigos de Dios. Los herejes se llevaban la peor parte, ardiendo en la hoguera a las órdenes del terrorífico Torquemada. El sangriento Inquisidor General habría estado encantado de llevar a la hoguera al Chevrolet Camaro SS del año 2010 que protagoniza este artículo. En vez de tener su clásico motor 6.2 V8 LS3 con 432 CV de potencia… ha sido reemplazado por un humeante turbodiésel de ocho cilindros.
El Chevrolet Camaro SS donante no tenía ni motor ni caja de cambios, y era considerado siniestro total por la aseguradora.
Lo que quizá Torquemada no sabe es que este Camaro fue comprado en una subasta por muy poco dinero. Apenas tenía 11.000 millas en su odómetro cuando fue robado y desprovisto de su motor y caja de cambios. Nathan Mueller compró la carcasa del coche, y decidió que sería buena idea instalar un turbodiésel Duramax en su vano motor. Un pequeño autobús shuttle de aeropuerto fue el donante, un Chevrolet Kodiak con unos cuantos años y miles de millas a sus espaldas. Inicialmente, llevaría la caja manual Allison de este autobús.
El problema es que un bloque Duramax – un turbodiésel de ocho cilindros y 6,6 litros de cubicaje – es mucho más grande y pesado que un V8 de gasolina. Hubieron de fabricarse anclajes artesanales para el motor, así como rebajar la altura del subchasis delantero en varios centímetros. Nathan dedicó multitud de horas a fabricar artesanalmente diferentes componentes necesarios para el propulsor, que finalmente necesitó de una transmisión automática de seis relaciones 6L90E para encajar en el chasis del Chevrolet Camaro.
Su suspensión ha sido levantada unos cinco centímetros para poder albergar bajo su capó el enorme propulsor.
Curiosamente, el diferencial trasero del Chevrolet Camaro es el