Corría el año 1976 cuando la compañía del óvalo azul lanzaba al mercado un modelo que, a día de hoy, sigue haciendo historia, el Ford Fiesta. Tres años antes, y en medio de la importante crisis del petróleo que sacudió al mundo durante aquella época, Ford se ponía manos a la obra para crear un vehículo que diera a los clientes lo justo y necesario, con un precio y costes de mantenimiento lo más contenidos posible. Y dieron en el clavo.
Por aquella época, el Ford Fiesta era el modelo de producción con las dimensiones más contenidas de la historia de la marca. Para conseguir todos los requisitos que el público demandaba, además de hacer un coche pequeño, tenía que ser ágil, ligero y poco potente. De no ser así, tendrían que utilizar motores grandes y el consumo de combustible se dispararía. Al final, el resultado fue un modelo de poco más de 700 kilos con 40 caballos de potencia en su variante más austera.
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Pasaron los años y el Ford Fiesta, ya en siguientes generaciones, aunque manteniendo su identidad, poco a poco se hacía ligeramente mayor en cuanto a tamaño exterior, habitabilidad interior y también mejoraba sus calidades, a la vez que conseguía unas mecánicas más potentes sin por ello penalizar en exceso los consumos. También llegarían versiones deportivas, capaces de transmitir sensaciones y diversión a raudales. Unas versiones deportivas que pasaron a tener la denominación ST (de Sport Technologies), que aún mantiene.
Con la séptima y actual generación, el utilitario de la firma americana utilizaba por primera vez motores con sobrealimentación para sus versiones más normales. Hablamos de las motorizaciones tricilíndricas EcoBoost que tan buenos resultados están cosechando, además del 1.6 de cuatro cilindros que se ofrece con los Fiesta ST y Fiesta ST200.
Cabe destacar que el Fiesta ha servido de