El 26 de octubre de 1936, hace hoy 80 años, el piloto alemán Rudolf Caracciola se disponía a batir un récord de velocidad. El artefacto rodante que le debería permitir alcanzar su meta era un prototipo de competición basado en el chasis del primer coche de carreras Silver Arrow W 25, utilizando una carrocería muy aerodinámica que incluía un funcional carenado para las ruedas.
Aquel día logró una marca de 372,102 km/h. Dos semanas más tarde, el 11 de noviembre, mantendría los 333,489 km/h en una prueba de 10 millas con salida lanzada. Corría 1936 y Daimler-Benz celebraba su 50º aniversario. Era, además, el año de los Juegos Olímpicos de Berlín. Todo se unía para que el fabricante alemán se motivara a fin de escribir una página de la Historia del Automovilismo.
Superando las restricciones que imponía en 1936 el Campeonato Europeo de Automovilismo
Mercedes-Benz Silver Arrow W25 de 1936
La carrera se presentó como una prueba de neumáticos que discurriría por la autobahn de Frankfurt a Heidelberg, pero el objetivo de Daimler-Benz era más amplio. Viendo que las últimas carreras de velocidad habían sido ganadas por vehículos con carrocerías y carenados modificados, los ingenieros de la época eligieron para la ocasión un automóvil que se salía de lo convencional. La idea quedó firmada por un joven diseñador llamado Josef Müller un año antes, en enero de 1935.
Después de celebrar una reunión en el túnel de viento del fabricante de aeronaves Zeppelin de Friedrichshafen, Müller dejó por escrito su visión de futuro: para ganar las carreras de alta velocidad, las ruedas deberían integrarse en la carrocería, a diferencia de lo que venía haciendo Daimler-Benz con sus coches de competición. Dicho y hecho.
No fue la única innovación que incorporó aquel coche de carreras. Su motor sobrealimentado de