A finales de los años 80, en Nueva York, el dinero aún se movía tan fluidamente como la cocaína. Aunque una gran recesión asomaba las orejas, era una época de esplendor para un joven y ambicioso Donald Trump – hoy, lo queramos o no, presidente de los Estados Unidos. Como quizá sepáis, el señor del peinado simpático ha usado su nombre en diferentes negocios – casi todos fracasados – como marca comercial. La primera vez que el magnate puso su nombre a un producto fue en el lejano año 1988. Esta es la historia de la Trump Golden Series, o cómo Trump engañó a Cadillac para que le fabricase una limusina a su gusto.
Trump Car. Las ambiciones automovilísticas de Donald Trump comenzaron por una opulenta limusina Cadillac.
En 1986, Donald Trump y John Staluppi estaban juntos en Miami. Trump propuso a su amigo – cuyas conexiones con la mafia italiana han sido demostradas en varias ocasiones – que usara sus conexiones con Cadillac para construir la limusina más lujosa que el mundo hubiera visto hasta entonces. Staluppi era el dueño de Dillinger Coach Works, una empresa de carrozados, conectado con General Motors y el mundo del automóvil. Cadillac pensó que sería una buena idea lanzar una serie de limusinas con el branding de Donald Trump.
O al menos, eso es lo que dice el propio Donald Trump en su libro “The Art of the Deal”. Según el magnate, su nombre evocaba riqueza y opulencia, y “Trump Golden Series” quedaba francamente bien como nombre de una lujosa limusina. Cadillac ganaba imagen de marca y el magnate podía construir una limusina a su gusto. La realidad era algo menos glamourosa. Cadillac se comprometió a construir esta limusina porque Trump tenía intención de comprar 50 unidades, para transportar VIPs entre sus casinos neoyorquinos