El BMW M5 E39 está considerado uno de los grandes BMW de todos los tiempos. Es el patrón oro de la berlina deportiva: equilibrado, ágil y con un potente motor 5.0 V8 atmosférico de alto régimen de giro y 400 CV de potencia. Es complicado mejorar algo casi perfecto, pese a que la mecánica original del M5 requiere cuidados y mimo para prolongar su vida útil. Posiblemente este V8 tuvo algún tipo de problema, ya que el actual dueño de este BMW M5 lo compró con un motor 2JZ-GTE de origen Toyota instalado en sus entrañas. Fue entonces cuando se propuso crear un extraño y fascinante híbrido.
Un turbo de 79 mm, inyectores de 2.200 cc, combustible de competición: este BMW con sabor japonés puede desarrollar más de 1.200 CV.
Cuando compró este BMW M5, ya tenía un 2JZ en sus entrañas, pero la conversión no había sido hecha con cariño y cuidado. Digamos que el coche era un proyecto en curso que alguien decidió abandonar. Cleve continuó donde el anterior propietario se había quedado, modificando el motor y el coche hasta convertirlo en la bestia que es actualmente. Sobre el motor hubo mucho trabajo, pero gran parte de la culpa de su potencia se debe al enorme turbocompresor Garrett GTX de 79 mm de diámetro que habita bajo el capó. Del tamaño de una cabeza humana, permite al motor desarrollar más de 1.200 CV con combustible de competición.
No sólo se trata del turbo, es el sistema de alimentación de combustible, admisión, escape… pero es sencillo “culpar” a la enorme caracola del incremento de potencia. Con combustible de calle, el motor desarrolla 800 CV, y es más o menos dócil hasta que le pisas a fondo. El motor está asociado a una caja de cambios Getrag de seis relaciones, también