Impuestos, contaminación y restricciones al tráfico. Un menú potente para arrancar una charla, para hacer subir el tono, para esgrimir argumentos como si la vida nos fuese en ello…y es que estos tres temas son candente actualidad dentro de la industria automovilística con asuntos que, además, afectan a millones de ciudadanos.
Pero pongámonos en antecedentes. Hace unas semanas el consistorio de Barcelona anunciaba una serie de pioneras medidas con las que se pretende combatir la contaminación, que, cada vez con más intensidad, se ha instalado en la ciudad condal. El Plan Colau comprende, entre otras acciones, la restricción de circulación en días laborables a los vehículos más contaminantes tanto en la ciudad como en poblaciones del área metropolitana.
En Madrid también se ha presentado hace muy poco tiempo un plan similar, denominado Plan de Calidad de Aire y Cambio Climático, con dos fechas clave: 2020 y 2025. Este plan de actuación tiene como resultado final la expulsión del centro de la ciudad de los vehículos diésel más antiguos y contaminantes, aquellos matriculados antes de 2006.
Esta obsesión por los motores diésel más antiguos se debe a lo contaminantes y peligrosos para la salud que resultan y a la gran cantidad de óxidos de nitrógeno (NOx) y partículas en suspensión que emiten, principales causantes de las “boinas” grisáceas que cubren las ciudades en episodios de alta contaminación.
Y ahora Valladolid…
Es evidente que esta tendencia está cobrando cada vez más fuerza en los núcleos urbanos, y que poco a poco tendremos que acostumbrarnos a ello, cambiando de mentalidad. La contrapartida a estas restricciones las encontramos en las bonificaciones que las administraciones conceden a los vehículos menos contaminantes, a los híbridos, a los eléctricos o a los propulsados por combustibles alternativos como el GLP o el GNC, todos ellos etiquetados con los indicativos ECO o CERO de la DGT.
Estas bonificaciones suelen hacerse efectivas, por