¿Qué sería de Le Mans sin las 24 Horas de Le Mans? Esa es una buena pregunta. La villa de Le Mans tiene una población estable de unos 144.000 habitantes, pero cada año el mes de junio viene con un incremento desmesurado de visitantes: más de 250.000 asistentes al emocionante espectáculo que son las 24 Horas de Le Mans.
Y una parte de esos visitantes dan lugar a la otra cara de las 24 Horas de Le Mans. Un espectáculo paralelo en el que los protagonistas no son Kobayashi ni Bernhard ni el resto de los pilotos, sino los mismos asistentes al evento. Y el resultado puede llegar a ser tan friki como apasionante.
El circuito de La Sarthe, donde cabe todo
El Circuito de La Sarthe es una enormidad de 13.629 metros de recorrido, un secuestro de la vida normal de los habitantes de la zona, que durante unos días se quedan sin una parte de sus carreteras y sin acceder libremente a montones de hectáreas de terreno. La propiedad del circuito es del Automobile Club de l’Ouest, de manera que cada año el club hace un uso total de toda esa zona.
Y hay que partir de esa premisa para comprender que lo que queda por dentro y por fuera de la pista es una área que da pie a montones de actividades. El Village repleto de tiendas y locales varios, el Museo de las 24 Horas de Le Mans, los campings donde los huéspedes viven una realidad paralela a la carrera que se disputa en la pista. Todo suma.
Le Mans es una forma de ver el automovilismo colectiva e integradora y, a la vez, reivindicativa de su propia identidad.
Las 24 Horas de Le Mans son un espectáculo que atrae muy diversas formas de concebir el automovilismo, pero