Nació en los 50 como respuesta a las crecientes necesidades estratégicas de Estados Unidos, sumido por entonces en la Guerra Fría. Así que las Fuerzas Armadas se pusieron manos a la obra para materializar un avión espía que pudiera volar a más de 21.000 metros, fuera del alcance de los radares, los misiles y los cazas soviéticos. En 1955 el Lockheed U-2, apodado «Dragon Lady» realizaba su primer vuelo.
Aún en servicio, sus carencias hacen que precise de la ayuda de las nuevas tecnologías, sobre todo a la hora de aterrizar y despegar. Su campo de visión extremadamente pobre y su delicado equilibrio requieren de un coche de persecución capaz de guiarlo por la pista y que pueda alcanzar una velocidad máxima de 225 km/h en poco tiempo, y el modelo elegido ha sido la criatura de Elon Musk: el Tesla Model S.
Los ojos del caza más difícil de pilotar
Un vídeo subido hace unos días por el youtuber Elliot Langram, muestra un Model S tras un U-2 durante el despegue en la Base Fairford de la RAF, en Gloucestershire, Inglaterra. El eléctrico, conducido por un piloto profesional, hace la función de ojos del piloto del avión, indicando por radio las operaciones que debe realizar en función de la altitud, la inclinación de las alas y los metros recorridos en pista.
El Model S parece una opción para servir de guía al avión; los coches eléctricos ofrecen una aceleración rápida y sólo tienen que ir a alta velocidad por períodos cortos de tiempo, por lo que puede cumplir su cometido.
De 19,2 metros de longitud, 4,88 de altura y una envergadura de 31,4 metros, el Lockheed U-2S puede alcanzar una velocidad máxima operativa de 805 km/h, aunque la velocidad de crucero es de 690 km/h.