La Fórmula E ha captado la atención de aficionados y profesionales en las últimas semanas. Son muchas las marcas que han anunciado su entrada oficial en el Campeonato para la temporada 2019-2020 pero sus anuncios, en la mayoría de los casos, han traído consigo una de cal y una de arena.
La salida de Mercedes del DTM, de Porsche y de Audi Le Mans… no han gustado en absoluto a muchos aficionados que consideran que la categoría gestionada por Alejandro Agag no se merece el favor de las marcas ya que aún tiene que demostrar que puede ser competitiva y emocionante.
La verdad es que la Fórmula E, a pesar de haber crecido notablemente en los últimos años, sigue sin convencer a aquellos que deben llenar los circuitos y sentarse delante de la televisión para seguir el Campeonato.
Los circuitos urbanos ratoneros, para disimular la ausencia de velocidad de las actuales unidades; la distancia de una carrera a otra y el hecho de que los pilotos deban cambiar de coche a mitad de la carrera, son algunas de las críticas más recurrentes y las que deberán dar solución.
¿Y ahora qué?
Que los equipos hayan elegido la temporada 2019-2020, la quinta de la categoría no es casual. Ese es el año en el que se liberaliza la categoría porque se considera que los equipos ya están preparados para construir sus propios monoplazas.
Cuando se fundó la Fórmula E los organizadores optaron por imponer ciertos elementos del coche comunes a todas las formaciones que apostasen por entrar a formar parte del nuevo proyecto. De esta forma se abarataban costes, se facilitaba el trabajo para los equipos y se igualaba el rendimiento de los coche.
Con el paso del tiempo, se han ido liberando partes del coche cuyo desarrollo han ido asumiendo los equipos. Allí