Ser el mejor piloto del mundo implica también ser el más ambicioso. El que es capaz de dar todo por conseguir la victoria. El que no piensa en otra cosa que en subir a lo más alto del podio, cueste lo que cueste, golpee a quien golpee, adelante a quien adelante. “Si hay un hueco y no vas a por él, no eres un piloto de carreras”, que diría Ayrton Senna.
En el año 2015 llegó a la parrilla de la Fórmula 1, junto al equipo Toro Rosso, el holandés Max Verstappen. Con solo 17 años demostró ser tan agresivo como rápido y exitoso y Red Bull, en una arriesgada y dudosa maniobra, decidió subirle al equipo “padre”, el cuatro veces campeón del mundo. Mucho se habló de este tema, de los intereses de las bebidas energéticas y de otros asuntos de esta índole, pero Max calló pronto las críticas, ganando la carrera de su debut, el Gran Premio de España de F1.
Desde entonces, Max no ha vuelto a subir a lo más alto del podio. El conjunto que forman Red Bull y Renault no es tan rápido como Ferrari y Mercedes, y cuando hay oportunidades de lograr un resultado entre los tres primeros, o se ve involucrado en un incidente o sufre un problema mecánico. Esa es la tónica de esta temporada y el joven holandés ya está muy harto.
Su ‘hambre’ de resultados unida a su sexto abandono de la temporada en el pasado Gran Premio de Bélgica le ha llevado a hacer duras declaraciones ante la prensa que podrían llevar a Red Bull a darle un buen tirón de orejas como el que, por ejemplo ya recibió en Azerbaiyán por parte de la Fórmula 1 – le sancionaron con 25.000 euros – cuando tras abandonar decidió abandonar