A finales de los años sesenta, nacía en Reino Unido una maratón cuyo reto para los participantes, más allá de ser rápidos, era el de llegar a su destino y hacerlo superando la complejidad de recorrer decenas de miles de kilómetros para cubrir la distancia que separa la Ópera de Londres, con la Ópera de Sidney. Con 30.000 kilómetros de distancia y la necesidad de cruzar países como Irán, Irak, Pakistán, India y Singapur, os podéis imaginar que la prueba suponía un reto realmente importante para los participantes, pero también para los vehículos implicados en la hazaña. De ahí que Mercedes-Benz apostase en 1977 por apoyar a los seis equipos que decidieron participar con sus Mercedes 280 E (el ancestro de lo que posteriormente se conocería como Mercedes Clase E) que, aún sin ser equipos oficiales, contaron con un equipo de ingenieros y asistencias para conseguir su objetivo. Y tal esfuerzo tuvo su recompensa, en 1977 estos dos Mercedes 280 E consiguieron recorrer los 30.000 kilómetros entre Londres y Sidney y ser los primeros en hacerlo.
Los coches empleados en la hazaña partían del Mercedes 280 E de calle. Mercedes-Benz movilizó ocho departamentos diferentes y a sus talleres en toda la ruta, así como proporcionó asistencia a los participantes – entre los cuales estuvo el propio Jean Todt – con un Unimog que estuvo presente en algunas de las etapas más duras.
Tony Fowkes, integrante del equipo que llegó a Sidney en segunda posición, enumeraba el contenido de su maleta mencionando las medicinas para la malaria, los repelentes de insectos, purificadores de agua y papel higiénico, lo que ya nos debería proporcionar una idea de la dureza de la prueba.
Mercedes-Benz, consciente del atractivo y la exigencia de esta prueba, movilizó a un equipo de ingenieros y ocho departamentos diferentes para preparar