La Fórmula 1 se encuentra en pleno proceso de cambio. En los últimos años la competición se ha visto desvirtuada por unos reglamentos excesivamente complejos, el dominio absoluto de algunos equipos, la ausencia de adelantamientos, el elitismo excesivo que rodea al paddock, la privatización de las emisiones televisivas… etc. Han alejado a los aficionados que si bien en el pasado crecían en miles cada año, en los últimos tiempos han disminuido a un ritmo imparable.
El cambio de propietarios fue el primer paso para la renovación de una Fórmula 1 que debería dar un giro de 360º en los próximos años. Una de las primeras decisiones que Liberty Media tomó nada más tomar el poder de la categoría fue cortar con el pasado. Hasta se atrevieron a despedir a Bernie Ecclestone, el hombre que inventó el espectáculo como lo conocemos hoy en día. Y prescindieron de ello, precisamente por eso, para que nadie frenase la revolución que estaba por llegar.
Y de hecho los cambios no han parado desde entonces. La principal obsesión de la nueva directiva es hacer que las carreras sean atractivas para todos. Para los VIPs, para los aficionados en la tribuna para los que van a pelouse, para los que ven las carreras desde casa, en general, para todos.
Con la experiencia que Liberty Media tiene en entretenimiento uno de los primeros pasos que dieron fue consultar al público qué le gustaba y qué no. Al igual que el año anterior, se recurrió a encuentas online en la que los aficionados rellenaban un extenso cuestionario en el que se le consultaba prácticamente por todo.
Además, se llevaron a cabo actividades piloto en algunos circuitos. Con la teoría de ensayo y error como bandera los cambios no tardaron en llegar a los trazados. De hecho, tan pronto como el