El Dieselgate del Grupo Volkswagen, más que perjudicar a la imagen del conglomerado alemán está perjudicando la vida de aquellas personas que estaban en la empresa, ocupando un cargo relacionado con el área involucrada por el escándalo. Cierto es que podrían o no conocer lo que allí se estaba cociendo (más bien lo sabrían), pero no es menos cierto que la cúpula directiva del consorcio se ha lavado las manos y ha dejado a sus ahora ex trabajadores en manos de la justicia.
Uno de los primeros implicados que será sentenciado por el caso es el exgerente Oliver Schmidt. Éste, para evitar un mal mayor y una suma elevada de años en prisión, decidió asumir un acuerdo judicial por el que se declaraba culpable. Con él, se enfrenta a una pena de hasta siete años de cárcel y una multa económica que oscilará entre los 40 mil y 400 mil dólares. Sin embargo, antes de que el veredicto del tribunal llegue (lo hará esta semana) ha decidido enviar una carta al juez para explicar cómo se siente.
Según la misiva que envió al juez Sean Cox y que ha sido publicada por el diario alemán Bild am Sonntag, Schmidt explica que
“Debo decir que me siento maltratado por mi propia compañía en el escándalo Dieselgate” […] “En retrospectiva, nunca debería haber aceptado reunirme con el Dr. Ayala en ese día” […] “O mejor aún, debería haber ido a esa reunión e ignorado las instrucciones que me dieron y decirle al Dr. Ayala que había un dispositivo de derrota en los vehículos con motor diésel Volkswagen y que había estado engañando durante casi una década. No hice eso y es por eso que me encuentro aquí hoy”
Oliver Schmidt dirigió la oficina ambiental y de ingeniería del Grupo Volkswagen situada en Auburn Hills (Michigan, EEUU) hasta